Mesa redonda con Castelló y Badal. Ahí es nada.
Calle Amadeo de Saboya 17, Valencia |
El Cuaderno Rojo |
El pasado siete de junio,
jueves, tuvo lugar uno de esos actos literarios que me gustan. Con los
lectores metidos en el ajo tanto (o incluso más) que los autores. Y conste que,
en esta ocasión, no hay que buscar la causa en que entre dichos lectores
hubiera también más de un autor.
Gabriel Castelló, autor de Valentia y Devotio, amante de la etapa romana en que nació nuestra ciudad y colaborador en múltiples medios de divulgación. Con su reciente fichaje por Ediciones B, Gabriel nos podría haber dado una conferencia sobre las nuevas posibilidades que se abren en el campo de la edición digital. Pero todo llegará, amicvs, todo llegará...
Miguel Badal, autor de El señor de lordemanos y de una inacabable sucesión de relatos, recreador medieval del grupo Conca e igualmente activo en los medios de comunicación conquenses. En calidad de finalista del Cajagranada 2010, Miguel nos podría deleitar con su experiencia y opinión sobre los premios literarios de alto nivel. Otro que tampoco se escapará para futuros inventos cuaderneros...
La culpa de este encuentro la
han tenido el Bibliocafé y El Cuaderno Rojo, que organizaron la que espero sea
primera de varias mesas redondas sobre novela. Porque estaremos en crisis económica y sin duda política. Tal vez también en crisis social, y seguro que sufrimos una crisis de valores. Pero ¿crisis cultural? De eso nada.
Algunas de las asistentes al acto, antes de que este diera comienzo. Los corros para hablar de literatura, los cafés, cervezas y lecturas se prodigaban ya por todo el local. Sobre la mesa, como se puede ver, una de las novelas del gallego Loureiro sobre zombis... ¿Un presagio acerca de nuevas mesas redondas?
Para estrenar el experimento, nos dejamos caer en la novela histórica. ¿Qué será lo siguiente? ¿Terror, Negra, Fantástica…? ¿Poesía, Cómic, Guiones…? ¿Otra vez histórica? En Valencia tenemos para eso y para más. Y si alguien de cerca o de lejos quiere dejarse caer por la ciudad, que sepa que aquí, aparte de paella y playa, hay mucha afición por la lectura.
Algunas imágenes del auditorio. Aunque no es correcto llamarlo así, sin más. Desde que Miguel Badal propuso como tema el potencial didáctico de la novela histórica, los asistentes se lanzaron a aportar sus puntos de vista.
Vale la pena detenernos un momento en el Happy
Hour que ofreció el Bibliocafé durante el evento. El concepto de librería-cafetería (¿o era al revés?) se presta como ideal para este tipo de eventos, así como lo es ya para otros (presentaciones, talleres, clubes de lectura...).
Y sigamos con los autores invitados. Tuve el gran placer de compartir mesa con dos apasionados del rigor histórico. De esos que sabes que no te engañan cuando lees sus obras.
Y es que
por ahí transcurrió parte de la discusión. O discusiones, porque como ocurre
cuando charlas distendidamente, salieron varios temas interesantes a relucir. ¿Es
lícito retorcer la historia para ganar en tensión dramática? ¿Cómo de crédulo
es el lector? ¿De verdad usa la novela como acicate para después aumentar sus
conocimientos de forma académica? ¿Qué hacemos con los pies de página? Hubo
opiniones para todos los gustos. Algunos lectores los consideran de gran ayuda.
Otros, simplemente, no los leen. ¿Se deben usar como ingrediente de esa parte
didáctica de la narrativa histórica? ¿Es mejor sustituirlos por los socorridos
glosarios finales? ¿Y los mapas? ¿Es que ellos no rompen la suspensión del
juicio cada vez que se consultan? Difícil, si no imposible, ponerse de acuerdo.
Pero en eventos como este no es el fin lo que importa, sino el camino.
Total: hora y media que
se quedó cortísima y que intentamos alargar con las inevitables charletas post
eventum, firmas de libros y compromisos para nuevas reuniones.
Tiene pinta de haber sido una tarde amena y estupenda. Y es que hay que procurar que actos así no se extingan. Hay que esforzarse, porque sino... ¡vae victis!
ResponderEliminarUn saludo cordial
Vente por aquí, Blas, y te preparamos una liturgia bizantina, o una mesa redonda granaína o algo así.
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