Los nuestros
Estoy un poco alucinado con las reacciones que ha provocado
el comienzo de la miniserie Los nuestros. Las relaciones tormentosas entre los
personajes, su forma de manejar el armamento o algunos fallos técnicos han
puesto en pie de guerra a quienes precisamente se encargan de eso: de la
guerra.
Hasta ahora, cuando aparecían militares en producciones
audiovisuales españolas —al menos de ficción—, no solían quedar muy bien
parados. La pose oficial en España es despreciar al ejército, poner de relieve
los casos de corrupción, minimizar su labor internacional, conectar siempre el presente con un pasado
sórdido —aunque no tengan gran cosa que ver— y sobre todo hacer que prevalezca el
pacifismo de escaparate. Y los realizadores españoles no se han salido mucho de
esta línea. El militar español actual, cuando resulta retratado en una película o una serie,
es por sistema un tipo necio, tendente al despliegue gratuito de
violencia con los débiles, sumiso con los fuertes, de ideas totalitarias,
hipócrita, vicioso y, en general, un facha de libro. Muy pocas veces, por no
decir ninguna, he visto que esta imagen estereotipada despierte rechazo entre
los militares. Parece que asumen que la sociedad se quiera desconectar de
ellos, y se resignan mientras siguen a lo suyo.
Ahora llega una serie que deja de lado todos esos
prejuicios, y se monta la marimorena. Pocos se dan cuenta de que se trata de
ficción, y de que una ficción no es un documental. Que la serie, para que
funcione, necesita una trama y unos personajes; y que las historias cotidianas
en los cuarteles y las misiones, o los militares auténticos, los de verdad, no
servirían para que una ficción televisiva cuajase. La carga dramática es
necesaria, y solo funciona con conflictos. Conflictos entre los personajes,
cuanto más cargados emocionalmente, mejor; porque se trata de reflexionar sobre
la naturaleza humana, no sobre el calibre de las armas o la adecuación de la
serie a las ordenanzas militares. No es algo que solo se precise aquí. Mirar a
otras experiencias nos lo confirmará. ¿O acaso Jack Nicholson no ha de ordenar
el código rojo? ¿Debe Gene Hackman abstenerse de su chulería cabronoide en
Crimson Tide? ¿O no pueden los marinos del USS Dallas admirar a Sean Connery en
La caza del Octubre Rojo? Tres referencias a películas norteamericanas y
¿percibimos que la sociedad estadounidense desprecie a sus fuerzas armadas como
hace la sociedad española?
Lo militar es siempre una buena excusa para narrar, tanto
visual como literariamente. Las acciones de guerra proveen de un contexto
emocionante, donde los sentimientos y las acciones llegan a extremos de forma
verosímil. Esto es algo que se sabe desde Homero. Y en España ya padecemos suficientes complejos como para privarnos más tiempo de esta faceta. Tenemos
buenos actores, directores con ideas y ganas de desarrollar nuestra capacidad
de ficcionar. Y últimamente se están haciendo cosas muy interesantes. ¿Por qué
cortar la racha?
Creo que Los nuestros es una buena serie, al menos tal como
la he visto hasta ahora. Y creo que viene muy bien a nuestras fuerzas armadas. Creo
que hay que verla sin complejos y sin esperar lecciones de teoría bélica,
porque su función no es esa. Y creo que los militares, si quieren recuperar el
terreno que les han quitado injustamente, no han de tirar piedras sobre su
propio tejado. Corren el riesgo de que los manden a escaparrar —como dicen en
mi tierra— y los productores se piensen mejor en qué invertir su dinero.
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