¿Por qué León y Portugal no estuvieron en las Navas de Tolosa?




Aprovecho que hemos cumplido nuevo aniversario de las Navas de Tolosa, y comento esta cosilla, que siempre flota porque no acaba de aterrizar.

En varias —muchas— ocasiones he oído decir, e incluso pontificar, que el ejército cristiano en las Navas concitó solo a tres (Castilla, Aragón, Navarra) de los cinco estados peninsulares porque los otros dos (Portugal, León) tenían sus propios problemas fronterizos con los infieles, lo que les impidió asistir a tan gloriosa gesta. De alguna manera había que justificar su ausencia, ¿no? He visto esta teoría aderezada por presuntas maniobras almohades de distracción en las fronteras sureñas de Portugal y León, a fin de dividir el potencial cristiano (algo que jamás he encontrado en crónica alguna), y también, a sensu contrario, se pone la excusa de enquistada rivalidad leonesa con Castilla, alimentada por la disputa del Infantazgo y rematada por ese polémico episodio en Carrión, en 1188, entre Alfonso VIII y Alfonso IX.

Pues bien, lo que yo he conocido al pasar sobre este asunto —y he pasado bastante— no tiene nada que ver con una cosa y poco que ver con la otra. De hecho es todo bastante más prosaico desde el punto de vista de la épica. Voy a tratar de aclararlo, no sin antes advertir, como siempre, que mi formación académica no es histórica. Así que tomaos esto como un ejercicio de reflexión de andar por casa.

Resulta que, en vísperas de las Navas, el rey de Portugal era Sancho I. De Sancho I, la verdad, yo esperaría que no se perdiera una ocasión como la de las Navas. Sancho I no se arredró nunca ante los almohades, los combatió cuanto pudo —aunque no con mucha fortuna—, y en eso destacó sobre otros reyes cristianos de su época, como Alfonso II de Aragón y el propio Alfonso IX de León. El problema fue que Sancho I murió en marzo de 1211, cuando faltaba más de un año para las Navas.

Sancho tenía un sucesor, Alfonso. Pasaría a la historia como Alfonso II el Gordo. Además tenía otros hijos y, sobre todo, hijas. A tres de ellas, Teresa, Sancha y Mafalda, las había dejado Sancho bien dotadas de territorios por su testamento de 1209. A todo esto: una de esas hijas, Teresa, había estado casada con Alfonso IX de León. Su matrimonio fue anulado por parentesco, pero de él quedaron tres hijos reconocidos y, por lo que se ve, una más que buena relación.

La cuestión es que el gordo Alfonso II, en cuanto se vio coronado, dijo que nanai al testamento paterno, y convocó una curia en Coimbra. Allí declaró nulas las cesiones del difunto a las muchachas, y de paso las que en tiempos había hecho su abuelo a la Iglesia para que esta reconociera su joven reino. Hasta una desamortización se atrevió a plantar el Gordo. La polvareda que levantó fue curiosa. Aparte de las tres infantas desheredadas, otro hermano varón (Pedro, que llegaría a ser conde de Urgel) y el clero portugués se pusieron de uñas, y añadieron a sus disconformes filas a unos cuantos nobles del reino.

La cosa se salió de madre. El arzobispo de Braga y el obispo de Lisboa fueron con el cuento al papa —nada menos que Inocencio III, que no se andaba con tonterías—. El papa se puso de parte de los suyos, claro. No solo porque eran suyos, sino porque el Gordo estaba implementando una política que verdaderamente perjudicaba a la Iglesia, y si por algo fue famoso Inocencio —aparte de por decretar cruzadas contra todo dios— es por aquello de la Plenitudo potestatis. Mientras los curas portugueses se quejan a su jefe, la ultrajada infanta Teresa pide ayuda a su casi-ex-esposo, y se refugia junto con sus hermanas y su hermano Pedro en la corte leonesa. El rey de León —ya sabéis cómo los tienen los leones, y también los leoneses—, entra en guerra con Portugal e invade su territorio. Esto ocurre en marzo de 1212, a tres meses vista de la reunión de Toledo, previa al comienzo de la expedición que desembocará en las Navas.

En este ejército leonés defensor de damas desvalidas, aparte del rey Alfonso IX figuran señores de renombre, incluidos Pedro de Castro y Fernando de León (amante uno, hijo el otro, de mi Urraca de Haro en El ejército de Dios), así como varios nobles portugueses rebeldes. Este contingente conquista plazas en el vecino reino, concretamente a lo largo de la frontera en el Miño y Tras-os-Montes. Al mismo tiempo, las fuerzas leales al nuevo y gordo rey asedian las principales plazas que el difunto Sancho había legado a las ahora maltratadas infantas, Montemor-o-Velho y Alenquer. Llega el enfrentamiento cara a cara, y la coalición de leoneses y rebeldes derrota a los realistas portugueses en una poco conocida batalla, Portela de Valdevez. En esa batalla no está presente el Gordo, que no destaca por su historial bélico ni contra moros, ni contra cristianos. El hombre se hallaba en la cercana Guimaraes, viéndolas venir y, supongo, haciendo méritos para conservar el apodo que tiene. A continuación se produce un saqueo constante de las posesiones realistas que solo cesará con el «alto el fuego» de noviembre de 1212. Total, que tenemos o una guerra civil portuguesa con intervención leonesa, o una guerra entre León y Portugal con los portugueses divididos entre los dos bandos.

Hay más: el papa había confirmado en octubre de 1211 el testamento del difunto Sancho I, y encargado la defensa de las infantas desposeídas al arzobispo de Compostela y al obispo de Zamora, que, como sabemos, son prelados de ¿dónde? Pues del reino de León. En algún momento de este proceso, no sabemos cuándo, se lanza sentencia de excomunión contra el rey Alfonso de Portugal. El Gordo permanecerá apartado de los brazos de la santa madre Iglesia hasta mayo de 1213. Previamente a esta fecha, el conflicto bélico se había enfriado cuando el papa, harto ya de tanta macarrada, exigió paz a los reyes cristianos. Las tortas terminaron oficialmente con las llamadas Treguas de Coimbra (el «alto el fuego» que menciono más arriba), de 11 de noviembre de 1212.

Resumiendo: desde marzo a noviembre de 1212, Portugal  y León se hallan en un estado de guerra que no es meramente nominal, sino que incluye acciones bélicas en campo abierto y conquista de territorio. Es en este lapso cuando se produce la reunión de los otros tres reyes en Toledo, la expedición al sur y la batalla de las Navas de Tolosa. ¿Pero cómo iban a estar Portugal y León en el fregado, si andaban tirándose los trastos entre sí? ¿Iba alguno a desguarnecer fronteras para que el otro le hiciera la trece-catorce? Además, en el caso de Alfonso IX de León, ¿iba a dejar a su espalda el conflicto con Portugal para ayudar a su odiado primo castellano? Y en el caso del Gordo, ¿qué pinta un rey posiblemente excomulgado, con media nobleza y todo el clero en contra, en una campaña con bula de cruzada a cientos de kilómetros de casa?


Comentarios

  1. Por lo que tengo entendido, el Rey de León no estuvo personalmente en las Navas, pero si envío tropas.

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    1. Se han dicho varias cosas, la mayor parte sin fundamento y para evitar el oprobio. Lo cierto es que Alfonso IX de León aprovechó el momento y en verano de 1212, cuando la coalición cristiana estaba a punto de cruzar Sierra Morena, se dedicó a retomar las plazas que Castilla le había ganado en enfrentamientos anteriores. No tiene mucho sentido que enviara tropas propias junto a Castilla si pensaba hacer tal cosa, y menos aún con el conflicto con Portugal aún calentito. Es más lógico aventurar, estirando mucho el argumento, que dio libertad a sus súbditos para acudir a la expedición, pero sin obligarlos o siquiera sugerirles tal cosa. También hay que pensar que se trata de una campaña con bula papal. O sea, una cruzada. Es obligación de todo cristiano ir, sea de donde sea. Otra cosa es que la cumpla.

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    2. Sebas, Castilla, o mejor dicho Alfonso VIII, no había ganado nada en enfrentamientos anteriores, sino que se había apropiado de lo que no era suyo. Por favor, echa un vistazo al tratado de Tordehumos de 1194 y a la resolución de Inocencio III de 1206 y el tratado de Cabreros del mismo año. Pero Alfonso VIII no era amigo de cumplir lo que firmaba.

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    3. Mera cuestión semántica. No es cuestión de ver si uno y otro Alfonso eran más o menos amigos de cumplir lo que pactaban, o si "ganar" y "apropiarse" son términos diferentes en este contexto. Ambos reyes tiraban por la realpolitik, con la diferencia de que Alfonso VIII jamás se alió con los almohades para perjudicar a León, mientras que Alfonso IX sí lo hizo. Era muy duro ese precedente post-Alarcos en el que Alfonso IX aprovechó el desastre para rapiñar lo que quedaba de Castilla. En cualquier caso, no existe nada que avale un presunto envío explícito de tropas leonesas a Toledo en 1212 para apoyar la campaña cristiana. Lo que sí está claro es que, gracias a la victoria de las Navas, León pudo asegurar fronteras y sacar tajada con una inversión mínima. Aunque entiendo que para los leoneses, incluso los actuales, tiene que ser duro aceptarlo. No importa: sin León no hubiera España, ha pasado mucho tiempo.

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  2. El número de voluntarios leoneses, asturianos y gallegos fue muy grande, y el dirigente de este fuerte ejército fue nada más y nada menos que el infante Don Sancho Fernández, hermano del Rey de León. Esta realidad es escondida vergonzosamente por la mayor parte de los «historiadores» sin ninguna explicación.

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