Literatura, mito, ficción, humanidad. ¿Fantasía o enfermizo engaño?



El ocho de marzo de 1939, J. R. R. pronunció una conferencia en la Universidad de St. Andrews, en Escocia. Su título fue On fairy stories (Sobre los cuentos de hadas), y está traducida al castellano por E. Segura para Minotauro en Los monstruos y los críticos y otros ensayos. De las páginas 175 y 176 sale el siguiente fragmento:


«A muchos la Fantasía, este arte sub-creativo que le hace al mundo y a todo lo que en él hay sorprendentes trucos y combina nombres y redistribuye adjetivos, les ha parecido sospechosa, cuando no ilegítima. A algunos les ha resultado, como poco, una tontería infantil, algo que queda para la infancia de los pueblos o de las personas. Por lo que se refiere a su legitimidad, me limitaré a citar un corto párrafo de una carta que una vez escribí a alguien que tildaba los mitos y cuentos de hadas de “mentiras”. Para hacerle justicia añadiré que estuvo lo suficientemente amable y lo bastante equivocado como para calificar la labor de escribir cuentos como “dorar mentiras”.

Muy señor mío —dije—. Aunque ahora exiliado,
el hombre no se ha perdido ni cambiado del todo;
quizá conozca la desgracia, pero no ha sido destronado,
y aún lleva los harapos de su señorío.
El Hombre, Sub-creador, es la Luz refractada
como una astilla sacada del Blanco único
de mil colores que se combinan sin cesar
en formas vivas que saltan de mente en mente.
Aunque poblamos el universo y todos sus rincones
con elfos y trasgos y nos atrevimos a hacer dioses
y sus moradas con la sombra y la luz,
y aventamos semillas de dragones… era nuestro derecho
(bien o mal usado). Ese derecho sigue en pie:
aún seguimos la ley por la que fuimos hechos.

La Fantasía es una actividad connatural al hombre. Claro está que ni destruye ni ofende a la Razón. Y tampoco inhibe nuestra búsqueda ni empaña nuestra percepción de las verdades científicas. Al contrario. Cuanto más aguda y más clara sea la razón, más cerca se encontrará de la Fantasía. Si el hombre llegara a hallarse alguna vez en un estado tal que le impidiese o le privase de la voluntad de conocer o percibir la verdad (hechos o evidencias), la Fantasía languidecería hasta que la humanidad sanase. Si tal situación llegara a darse (cosa que en absoluto se puede considerar imposible), perecería la Fantasía y se trocaría en Enfermizo Engaño».


Quiero creer que esta sensación oscura que me asalta, la de estar viviendo en la más pura decadencia, es algo también connatural al ser humano. Me vale como esperanza en un momento en el que la letra escrita cae en picado. Cuando, a pesar de que casi todo el mundo sabe leer, casi nadie lee —algo mucho peor, pienso, que una sociedad analfabeta pero con hambre de auténtico conocimiento, y no solo de datos—. Permítannos ustedes, adalides de la verdadera verdad, refractar la luz blanca, y cómanse ustedes el enfermizo engaño con patatas. Déjennos seguir creyendo que Beowulf nadó durante cinco días con la loriga puesta, que Afrodita tenía mimado a Paris, y que Rodrigo le echó tantos cojones que obligó a un rey a jurar ante toda la corte. Y si lo que quieren es vender más libros, postulen por Mujeres, Hombres y Viceversa, o hagánse instagramers. O mejor: escriban algo de calidad. Algo que les permita eso que al parecer les atrae tanto: vivir del cuento.


Comentarios

  1. Creo que estas líneas y sus reflexiones son de lo mejor que he leído en mucho tiempo, necesitamos la fantasía como necesitamos héroes aunque sean soñados.... quizá el mundo en que vivimos, nuestra circunstancia, no sea siempre de nuestro agrado, pero como decía JRJ "a la minoría siempre", siempre habrá un chaval o una muchacha soñando mundos imposibles en algún recóndido pueblo de Burgos, o Albacete o en medio de un bloque colmena de barrio en esas grandes ciudades grises y clónicas... sigamos soñando con Beowulf, Afrodita o las gestas de los aguerridos guerreros que reconquistaron España

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