EL CID NO ERA UN MERCENARIO. CONCLUSIÓN

 


Desde el punto de vista lingüístico, el Cid no era ni podía ser un mercenario según la percepción actual de dicha categoría —incluso aceptando la posibilidad de aplicar el término moderno a una realidad medieval— porque el concepto al que hace referencia tardó en cristalizar, como mínimo, siete siglos tras la muerte del Cid. 

Desde el punto de vista jurídico, el Cid no podía ser mercenario según la convención actual, pues esta convención no es aplicable retroactivamente —ya que el derecho es propio de su época, Cuius tempora, eius ius—; y en consonancia, la extrapolación del concepto moderno a la Edad Media encuentra obstáculos insalvables, como el requisito de nacionalidad o la caracterización específica de «fuerza armada». Por si eso fuera poco, el comportamiento del Cid cuando rompe con Alfonso VI tiene perfecta cabida en instituciones jurídicas medievales propias (ira regia/desnaturatio, infeudación con un nuevo señor) que no pueden identificarse con el mercenariado ni relacionarse con él. 

Desde un punto de vista social o de cultura popular medieval tampoco existen indicios de que al Cid se le considerara mercenario o algún tipo equivalente de esta categoría efectiva en el siglo XI, ni durante mucho tiempo —siglos— después de su muerte. A sensu contrario, la actuación del Cid se encuadra durante toda su vida en el modo de vida que se espera de un caballero medieval castellano del siglo XI, y encuentra similitudes con otros caballeros que actuaron de forma parecida o incluso más radical, sin que por ello se les haya catalogado jamás de mercenarios. 

Por otra parte, la clasificación actual de mercenario para con el Cid —pese a algún rastro precoz en la España del primer tercio del siglo XX— coincide con la corriente popular revisionista —que se infiltró en los sectores académicos y ha llegado a lograr, siquiera parcialmente, carta de veracidad científica— tendente a descalificar todo aquello que tenga una significación simbólica para la historia de España, especialmente si los símbolos resultantes han adquirido relevancia durante el periodo posterior a la Guerra Civil; tendencia esta que se agrava con las corrientes woke y las pulsiones del nacionalismo periférico, muy enfocadas en la revisión deconstructiva e interesada acerca de la historia y de los mitos fundacionales, y que atacan de manera prioritaria a dichos símbolos, sean hechos o personajes, sean históricos o legendarios, o incluso mezcla de ambos.

Comentarios

  1. Muy interesante y esclarecedor artículo/ publicación.

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