EL CID NO ERA UN MERCENARIO. «MERCENARIO». Conceptos jurídicos y sociales, y hasta en la cultura popular I

 


Según la Convención de Ginebra (APGC77), un mercenario ha de cumplir seis requisitos:

·                    Ha sido reclutado para un conflicto armado específico,

·                    participa activamente en dicho conflicto,

·                ánimo de lucro como motivación principal, con estipendio superior en todo caso al de las tropas regulares equivalentes,

·                    no ha de ser nacional ni residente de nunguna de las partes en conflicto,

·                    no ha de pertenecer a las fuerzas armadas de ninguna de las partes en conflicto,

·                  no ha sido enviado por un estado ajeno a las partes en conflicto en cumplimiento de su deber como fuerza armada.

 Como vemos, el concepto jurídico es restrictivo. ¿La causa de tanta precisión? Es probable que la norma trate de proteger al combatiente, sea del tipo que sea, puesto que el estatus de mercenario acarrea consecuencias negativas —más negativas, quiero decir, que para un soldado regular— en caso de captura. Y es que, como hemos visto al analizar la evolución del vocablo, el concepto de «mercenario» tiende casi siempre a lo negativo, a lo peyorativo. Y las pocas veces que no lo hace es por su aura de aventura, incluso de épica. No en vano se suele usar «mercenario» como sinónimo de «soldado de fortuna». Esta segunda posibilidad corresponde a la que vemos en el tema de Iron Maiden The mercenary (del album Brave new world), cuya letra nos pinta al guerrero arrojado por su destino a lo más crudo de la matanza:

 Nowhere to run, nowhere to hide

You’ve got to kill to stay alive

 Podemos imaginar al veterano cruzado de cicatrices, duro como el suelo sobre el que duerme cada noche, forjado con hierro y sangre, acostumbrado a ver cómo caen los compañeros. Un tipo que afila sus armas en silencio, a solas con sus recuerdos, sus traumas y sus miedos, sobre el que constantemente cuelga la amenaza de la derrota y que trata de retrasarla con los únicos medios a su alcance:

Show them no fear, show them no pain

 Atención, paréntesis: un militar profesional es alguien que se prepara para la guerra y cobra por ello, pero podría pasar toda su vida sin luchar en un solo conflicto. Como mucho, y salvo raras excepciones, participará en las guerras que libre su país. Un mercenario lucha siempre porque no es que viva de la milicia: es que vive de la guerra. Busca conflictos en los que participar y, cuando acaba uno, va a por otro. Atesora por ello más experiencia que un soldado regular y se convierte en estereotipo de, entre otras cosas, un guerrero eficaz, que no es otra cosa que el que sobrevive a muchas batallas. Podría decirse que el objetivo y el deseo de un militar regular es la paz. El de un mercenario es la guerra perpetua o, mejor dicho, las guerras sin fin. Ciérrese paréntesis.

 Cabría aquí también, y a modo de ejemplo literario bien conocido, la visión de Pérez-Reverte en su paso por el personaje del Cid (Sidi, un relato de frontera, novela del año 2019). De hecho podría este ser uno de los arquetipos más usados por él en varias de sus obras, y que encajaría a la perfección en la canción de Maiden:

 «Sin duda había cálculo en ello; pero lo cierto era que, cada uno desde su desigual posición, monarca y mercenario simpatizaban. El franco aplomo del guerrero castellano y la inteligente bonhomía del rey moro lo hacían todo fácil, cordial, casi espontáneo. De haber sido de más semejante condición, concluyó Ruy Díaz, tal vez Mutamán Benhud y él habrían podido ser amigos; o con igual naturalidad, llegado el caso, matarse con tranquilo y mutuo respeto en un campo de batalla» (pág 122).

 Esa era una de las dos ocasiones en las que Pérez-Reverte usa la expresión «mercenario» en la novela. Es en boca del narrador. La segunda llega en una parte dialogada, conversación entre el Cid y el conde de Barcelona:

 «Soltó el conde una maldición. Casi una blasfemia.

—¿Lo sabes, dices?... Tú no sabes nada. No eres más que un desterrado sin patria —señaló a Barbués y los otros—. Tú y esa gente sois mercenarios y buscavidas. Chusma de frontera.

También reflexionó Ruy Díaz sobre ese punto.

—Tengo un caballo y una buena espada, señor... Lo demás, Dios lo proveerá» (pág 286).

 Sidi es una novela, y por tanto un constructo de ficción que precisa ser inteligible para el lector actual —y el futuro, a poder ser—, y que se sirve de su propio código, vigente y operativo solo en su propio universo diegético. Usar el término «mercenario» en ese universo —sobre todo en boca del narrador— es tan válido como hacer que los personajes se expresen en castellano moderno o incluir en la trama, aunque sea por elipsis, la Jura de Santa Gadea. Para una visión complementaria a la lectura de Sidi, importante en cuanto a las intenciones del creador, contamos con De Per Abbat a Pérez Reverte: el Cid, entre la tradición y el superventas en Sidi, de Alfonso Boix. Boix también se detiene en el código narrativo relacionado con los arquetipos del Western, lo que a su vez enlazaría el Cid de Pérez Reverte con el de Anthony Mann en la película de 1961, con Charlton Heston y Sophia Loren. La película El Cid, como artefacto audiovisual al servicio del arte, carece de límites creativos y no está ni debe estar constreñida por la historia. Pero a esta toma de posiciones en el campo de la ficción hay que añadir que Pérez-Reverte, hablando sobre la novela para los medios, califica al Cid —al personaje histórico esta vez, no a su personaje novelesco— como mercenario, bien que no para denostarlo, sino para revestirlo de ese halo fatalista y romántico que —todo hay que decirlo— suele verse en sus personajes protagonistas:

«El Cid era un tipo que, en un territorio turbulento, sangriento e incierto se buscaba la vida. Primero con su rey [Alfonso VI], como debe ser, pero luego se va con el catalán [Berenguer II] y éste lo rechaza, algo de lo que después se arrepentirá, porque más tarde lo derrotó y capturó dos veces. Y como no lo quiere, se va con un rey moro [al-Muqtadir] que sí lo quiere. ¡Era un mercenario! Yo he conocido mercenarios. De hecho muchos de ellos son todavía amigos míos. Tú eres un mercenario. Yo lo soy y lo he sido en la televisión. Otra cosa es que compartas o no el ideal de tu jefe. Eso sí, hay mercenarios infames y mercenarios muy honorables. Y te digo una cosa, en una mala situación, en momentos críticos, y eso digo por experiencia, prefiero tener al lado un mercenario bien pagado eficaz, profesional y consecuente con su trabajo y consigo mismo que un voluntario entusiasta. ¿Por qué? Porque al voluntario le mueve el ideal; y el ideal, a veces muy a menudo, la realidad lo destruye. Pero el mercenario dice: No, yo estoy aquí porque me pagan. Intentaré estar vivo cuando termine mi trabajo, largarme y cobrar». (Entrevista de Javier Flores en Historia National Geographic, agosto de 2021, las negritas corresponden a la publicación original)

 A menudo la realidad destruye el ideal, dice Pérez-Reverte. Hasta parece una anticipación de lo que viene ahora.

Siguiente sección de EL CID NO ERA UN MERCENARIO: Conceptos jurídicos y sociales, y hasta en la cultura popular II


Comentarios