Vivimos en
tiempos muy literales. El ambiente de corrección política y disimulo,
combinados con las constantes falacias de falsos dilemas y, en general, la
demagogia de mercadillo, cierran el paso a la metáfora y al doble sentido. Por
eso parece apropiado extenderse sobre el término que por excelencia se usa para
denostar al Cid: mercenario. Entrar en su etimología, en su evolución, en el
concepto o conceptos que se ha traído puestos a lo largo de los siglos, en cómo
ha llegado hasta aquí.
Cuando se
afirma que el Cid es un mercenario —dejando aparte el postureo woke, el afán desmitificador, las ganas
de llamar la atención o todo eso junto—, hay que determinar qué se quiere
decir, puesto que se usa un vocablo moderno para calificar a un sujeto del
pasado lejano. El problema no existiría o sería irrelevante si dicho vocablo
hiciera referencia a un concepto atemporal o pacífico. Sería problemático,
efectivamente, hablar de contramedidas electrónicas en la Batalla de Mantinea,
que se libró en el siglo IV a. C. No lo sería decir que el tebano Epaminondas
sufrió una herida de lanza —seguramente espartana— en dicha batalla. El primer
caso es claro: la guerra electrónica es exclusiva de la modernidad. En el
segundo caso usamos un término latino de origen celtíbero, «lanza» (según la
RAE), que ni Epaminondas ni sus enemigos reconocerían. Y sin embargo, tanto
«lanza» como el griego «dory» (transcripción de la palabra que probablemente
usaba Epaminondas) hacen referencia a la misma arma o, al menos, al mismo tipo
de arma. Es solo un ejemplo, espero haberme explicado. ¿Pero qué ocurre cuando
el vocablo es volátil?
Vamos a ello, a
lo que ocurre con el término «mercenario» y el concepto al que hace referencia
hoy en día. ¿Es aplicable al caso del Cid? Como dije antes, la pregunta exige
un análisis multidisciplinar, por lo que atenernos a lo lingüístico no será
suficiente. Pero oye, por algo hay que empezar.
Y empiezo con
lo que sabemos, con el término actual, plenamente operativo hoy en día. Ese que
estamos acostumbrados a usar, que vive integrado en nuestro conocimiento y en
nuestro sistema de valores. Esto es un mercenario, según nuestra RAE y en sus
dos primeras acepciones:
1. adj. Dicho
de un soldado o de una tropa: Que por estipendio sirve en la guerra a un poder
extranjero. Apl. a soldado, u. t. c. s.
2. adj. Perteneciente o relativo a los mercenarios.
El término
procede del latín merces, dice el
diccionario. Merces, etimológicamente,
nos remite al ánimo de lucro como motivación. Merces/mercedis, sustantivo de la tercera declinación, no guarda en
principio una especial relación con la milicia o con la violencia; y habría
dado lugar, directamente o mediante su parentela etimológica, a términos como
«mercado», «mercancía», «merced»… El concepto que describe se relaciona con el
pago, y así ha evolucionado en algunas lenguas romances —el francés o el
catalán— como si la propia palabra romanceada desde merces fuera el pago: el agradecimiento. Yo he oído decir a mis
sobrinas catalanas eso de «merci», parecido a como lo dicen los franceses. Los
mercedarios eran los miembros de la orden de la Merced, dedicados al rescate de
cautivos mediante pago. De hecho «mercenario», en castellano, es un término que
durante siglos equivale a «mercedario» y, oh, sorpresa, hoy mismo lo seguimos
comprobando en el diccionario de la RAE, en su tercera acepción:
3. adj. Mercedario. Apl. A pers., u. t. c. s.
Enseguida
volveremos a encontrarnos con los mercenarios que en realidad son mercedarios,
al detallar algo más la evolución del significado respecto del significante.
¡Ah! En realidad, este concepto original de merces
como simple pago, sin relación con la guerra, no se ha perdido del todo aunque
haya pasado a segundo plano. La culta correspondencia entre el término latino y
el castellano nos ha llevado a asimilar a mercenarios a todos aquellos que
ejercen cualquier actividad con el único fin de ganar dinero, siempre que estén
carentes de implicación emocional o de cualquier otra causa. Y aquí llega la
cuarta acepción de la RAE:
4. m y f. Persona que desempeña por otra un empleo o
servicio por el salario que le da.
Y ojo, porque
el diccionario nos ofrece como sinónimos «asalariado» y «jornalero».
Insisto en que,
curiosamente, esta es la acepción de «mercenario» más cercana al origen, la que
más se identifica con el término madre en latín y la que ha pervivido como
principal durante más tiempo, a lo largo de siglos, en España. La principal
acepción de nuestra actual RAE, la bélica, es reciente e incluso podríamos
decir que impropia, arrastrada por los pelos. He dicho un poco más arriba que
el concepto más auténtico y antiguo nos remite a quien cobra sin haberse
implicado emocionalmente o por una causa más «noble» que el dinero, y es porque
me recuerda mucho a lo que ocurre cuando a un futbolista se le acusa de no
sentir los colores de su equipo. Entonces se dice que juega por (una cantidad
escandalosa de) dinero, pero le da igual el escudo: es un mercenario. Se oye
decir en más contextos, todos ellos laborales y sin necesidad de que haya
guerras ni armas por medio. Es difícil saber si este matiz (el mero ánimo de
lucro desprovisto de sentimientos más «elevados») es consecuencia o causa de
que el viejo asalariado se haya visto privado de su condición de mercenario.
Tal vez a «mercenario» le ocurrió como a «tirano», una palabra que en principio
carecía de connotaciones negativas automáticas. O como a «inquisición», un
vocablo que, cuando apareció, representó toda una garantía y un alivio para los
acusados de herejía, pero hoy en día se tiene por sinónimo de cruel y fanática
arbitrariedad. Los términos, como los conceptos, no son inmunes a las modas ni
al color del cristal. Y para ilustrarlo, un corto paseo por la historia del
término «mercenario», a través de varios jalones, sobre todo los escritos en la
época en la que, según creo, empezó a mudar su concepto.
Tengo la
impresión de que es en el siglo XIX, especialmente en la segunda mitad, cuando
el término castellano se ve sacudido y la acepción «civil» y aséptica, la de
asalariado, sufre el asedio de las connotaciones negativas y de la acepción
militar, lo que con el tiempo llevará a lo que tenemos ahora. Y lo que teníamos
antes, durante el estadio inocente antes de esa sacudida, podemos verlo en el Diccionario castellano con las voces de
ciencias y artes, de Esteban de Terreros. Año 1787. Ya adelanto que ni
rastro de lo bélico, aunque sí las connotaciones negativas:
«MERCENARIAMENTE,
adv. De un modo interesado, mercenario. Fr, Mercenairement. Lat. Mercenarium in
modum, It, Mercenariamente.
MERCENARIO,
ria, Relijioso ó Relijiosa de la Orden de la Merced, Redención de Cautivos: hai
calzados y descalzos. Fr. Mercenaire. Lat. Mercenarius Religiosus, &c. It.
Mercennajo.
Mercenario,
oficial que trabaja por su salario. Fr. Mercenaire. Lat. Mercenarios, opera,
vel mercede conductus. It. Mercenajo, mercenario. En este sentido más
comunmente decimos oficial, operario, jornalero, peon, &c. conforme la
ocupación: v. g. si es en Librerías, Imprentas y otras Artes, dicen oficiales:
si en la labranza, obreros ó trabajadores: si en Albañilería, Cantería, ó cosa
equivalente, peones. V. Jornalero.
Mercenario.
Ria, adj. se dice de un interesado, vendible, capaz y apto para dejarse
sobornar ó corromper. Fr. Mercenaire. Lat. Infidus. It. Mercenario, interesatto».
De forma
similar, salvo por la muy española acepción mercedaria, ocurre en Francia.
Según Le Grand Vocabulaire François,
de 1771:
«MERCENAIRE;
adjectif des deux genres. Mercenarius. Il n'a guère d'usage au propre qu'en
parlant du travail & du labour qui le fait seulement pour le gain & por
le salaire. Un travail mercenaire.
On dit d'une
personne, qu'elle est mercenaire, qu'ell a l'ame mercenaire; pour dire, qu'ell
se laisse aisément corrompte par l'intérêt, qu'on lui fait faire tout ce que
l'on veur pour de l'argent.
MERCENAIRE,
s'emploie aussi substantivement, & se dit d'un ouvrier, d'un artisan, d'un
homme de journée qui travaile pour l'argent. On doit payer le mercenaire.
MERCENAIRE,
s'empolie encore substantivement dans la signification d'un homme intéressé
& aisé à corrompre pour de l'argent. Cet écrivain n'est qu'un mercenaire».
Tal vez
convenga traducirlo: MERCENARIO; adjetivo de ambos géneros. Mercenario. Tiene
poca utilidad en el sentido literal, excepto cuando se habla de trabajo y
arado, que se hace solo para obtener ganancias y salarios. Trabajo mercenario.
Dicho de una
persona: que es un mercenario, que tiene alma de mercenario; es decir, que se deja
corromper fácilmente por el interés, que la obligamos a hacer lo que queramos
por dinero.
MERCENARIO,
también se usa como sustantivo, y se refiere a un trabajador, un artesano, un
hombre del jornal, que trabaja por dinero. Tenemos que pagarle al mercenario.
Mercenario,
todavía se usa como sustantivo en el sentido de un hombre interesado y fácil de
corromper por dinero. Este escritor es sólo un mercenario.
Nada específico
de la milicia o de la guerra. Por cierto que no deja de tener gracia el ejemplo
en la última acepción, la del escritor que se corrompe por dinero. ¿Cuándo se
ha arrinconado, con lo mucho que hace falta hoy en día?
Siguiente sección de EL CID NO ERA UN MERCENARIO: El término y su correspondiente concepto II
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